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Madrid

Lo juro por mi libertad

Jóvenes delincuentes, drogas, persecuciones, el reflejo en el cine de las barriadas de España de los años 80. 40 años de Deprisa, deprisa.

Carlos Saura dirige Deprisa, deprisa, una joya del cine quinqui de nuestro país, un género auténticamente español que recrea el universo, en un tono documental, de los suburbios de grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao.

La delincuencia, los reformatorios, los pequeños robos, el caballo, las discotecas light y las cintas de Los Chichos forman parte de la iconografía de lo quinqui, las piedras angulares de personajes reales como José Luis Manzano “El Jaro”, Juan José Moreno Cuenca “El Vaquilla”, Ángel Fernandez Franco “El Torete” y José Luis Fernández Eguia “El Pirri”. Este año se cumplen 40 años de la obra magna del cine quinqui, una película, que también sea dicho, se desmarcó de los códigos del género creando así un film más de autor y elevando las mismas atmósferas y esencia del cine quinqui al estatus de hito cinematográfico.

Mecanismos cinematográficos como el montaje, movimientos, encuadres y la estética visual nos revela en ciertas escenas el mundo interior de los personajes como el de Ángela, interpretada por Berta Socuéllamos Zarco. La cámara reposa en la imagen de ella, despeinada y en vaqueros campana, después vemos a unas adolescentes bailando, Ángela no consume caballo y observa como sus amigos esnifan varias rayas de las carteras. La cámara no soporta más esa imagen y la saca a bailar, la empuja a ser libre, aunque sea por una canción. El mecanismo del zoom, uno de los estandartes del cine quinqui para retratar a sus personajes, desvela cómo funcionaba el cortejo en esos años y en aquellos bares. La cámara avanza lenta hacia los ojos de José Antonio de Valdelomar, después a los de Ángela, “El Meca” pone en el tocadiscos Un cuento para mi niño de Lole y Manuel, Valdelomar se levanta y se acerca hacia a Ángela, le dice a sus ojos “Lo juro por mi libertad que estaré contigo para siempre”.

Deprisa, deprisa ganó el Oso de Oro en 1981 a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Berlín, y con todo ello, dejó huella y le siguieron otros directores como Eloy de la Iglesia (El pico, 1983) o José Antonio de la Loma (Yo, el vaquilla, 1985) a contextualizar la realidad de una época en España, el lenguaje de las barriadas de Barcelona, Madrid o Bilbao, su precaria situación social y educativa y el desencanto político de la juventud.

“Los vecinos de la colonia no pedimos por piedad sino por justicia” anuncia un cartel en la entrada del barrio donde aparcan el coche robado los protagonistas del film de Saura. Una de las únicas salidas que tenían los jóvenes de los 80 para poder sobrevivir era el robo y la delincuencia, y el dispositivo cinematográfico uno de sus estandartes. Miles de jóvenes murieron por su adicción al caballo o por disparos de la policía, y en esa lista también se encontraron los protagonistas de todas estas películas. José Antonio Valdedelomar murió por sobredosis de heroína en la propia cárcel junto a muchos de los protagonistas de otras grandes películas del género. La libertad que ellos ansiaban, fuera y dentro de las pantallas, solo era una ilusión y un suspiro. Los mecanismos que usaron para disfrutarla no fueron más que su propia condena.

Título contemporáneos como La pistola de mi hermano (Ray Loriga, 1997), 7 vírgenes (Alberto Rodríguez, 2005), o el documental Quinqui Stars (Juan Vicente Córdoba, 2018) siguieron los códigos y el lenguaje cinematográfico de aquellas obras de los años 70 y 80, de alguna manera para rendir tributo y de otra para recuperar y proseguir narrando historias cuyos personajes siempre estarán ligados al cine. Eduardo Fuembuena, autor del libro “Lejos de aquí”, que rinde tributo a otra de las grandes figuras del cine quinqui José Luis Manzano, tendrá una adaptación a la pequeña pantalla. “vendrá el tiempo en el que hagamos verdadera justicia terrenal a Eloy y a Manzano.” escribió en su Instagram. Uno de los episodios de la Historia reciente de España narrada por voces ineludiblemente marginales y honestas.

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